Considerado su proyecto más ambicioso, Rubén Blades llevó al Lincoln Center la historia y personajes de su ópera Maestra Vida, dirigida por el venezolano Diego Matheuz y que contó con la trompetista Ella Bric entre sus músicos, con un sonido diferente acompañado por la Orquesta Filarmónica de Nueva York y una banda de salsa, en el 45 aniversario de este doble disco.
Una sala puesta de pie y entre gritos de ¡Bravo! despidió al cantante al ritmo de Maestra vida, esa que «te da te quita y te da», que llevó a que algunos se pusieran de pie y contornearan su cuerpos, después de casi dos horas y media de concierto en el teatro del David Geffen Hall.
Este concierto, el primero de dos, es parte de los múltiples eventos que el Lincoln Center ha organizado para celebrar a Blades, a quien reconoció como su «artista visionario» del 2024.

Foto EFE/ Angel Colmenares
Blades, ganador de 24 premios Grammy, compositor y actor, «revolucionó la música latina haciéndola un vehículo para las historias enfocadas en la justicia social y las experiencias vividas de la gente en toda Latinoamérica», indicó entonces el Lincoln cuando hizo el anuncio.
Y son precisamente esas historias las que llevó a su Maestra Vida, centradas en la del sastre Carmelo da Silva y Manuela Peré, los más guapos del barrio, y que retomó con nuevo sonido y arreglos y cambios en algunos temas para actualizarlos y adaptarlos a este evento.
El público, que también recibió al cantante entre aplausos, escuchó la historia del noviazgo y matrimonio de Carmelo y Manuela, del nacimiento de Ramiro, de los tiempos difíciles que vivieron —por los que Carmelo culpaba al gobierno— y de la muerte de los protagonistas —primero ella— olvidados por su único hijo, a través de un narrador mientras parte del texto se proyectaba en una pantalla, en español e inglés.,
Tras saludar, Rubén Blades, que vestía de negro con camisa blanca y corbata plateada y sombrero negro, recordó a los músicos que participaron en la grabación de Maestra Vida que se publicó en 1980 bajo el sello Fania y producido por Willie Colón, para dar paso al prólogo, de la primera parte del álbum, en un concierto diferente a los que acostumbra el público bailador, pero que igual sucumbió a la música interpretada por la Filarmónica y la banda de salsa de Bobby Allende bajo la magistral dirección del venezolano, Diego Matheuz.

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Matheuz demostró su dominio tanto de la música clásica como de la popular, de la clave que distingue la salsa. También destacaron los jóvenes Ella Bric en la trompeta y Xito Lovell en el trombón.
Luego se escuchó «Manuela», seguida por el tema «Carmelo», que cuentan las historias de sus protagonistas, y «Yo soy una mujer» que en la grabación original cantó la pianista cubana Anoland Díaz, madre de Blades, y que esta noche interpretó Luba Mason, esposa del panameño.
Así, fueron desfilando los temas, que también incluyó la denuncia de injusticias —que ha estado presente a lo largo de su carrera— como en «Déjame reír (para no llorar)« sobre los políticos que van al barrio de cada cuatro años en busca del voto, y de las dictaduras que para entonces había en algunos países de América Latina.
Según indicó Rubén Blades en el programa, con Maestra Vida quería «crear un documento musical que reflejara la realidad de la clase trabajadora latinoamericana» como la que conoció cuando crecía en Panamá.
Destacó igualmente que desde principios de su carrera como compositor «quería temas que no sólo entretuvieran sino que sirvieran para describir, documentar y exponer las realidades sociales, políticas y humanas».
Maestra Vida fue más que un disco de salsa, para incluir también bossa nova, plena y bolero para dar a conocer del amor, la alegría, tristeza o esperanza, con historias que siguen vigente como hace 45 años.